29 nov 2009

Nunca dudé de que la etapa de la adolescencia era difícil. Siempre quise que llegara, en realidad. Siempre quise saber qué se sentía. En realidad, no me parece lo más difícil del mundo.
Solo veo que las cosas se complican, cuando se le complican a los otros.
A veces, es desesperante ver cuando un amigo se te pone a llorar, en frente tuyo, y lo peor de todo es cuando no te salen las palabras de consuelo. Eso, es lo peor.
Y ver que por más palabra de aliento que le digas, no mejora.
Es ahí cuando te das cuenta de que darías TODO por un amigo. TODO, en el sentido literal de la palabra. TODO, es... cualquier cosa. No importa.
El ver a un amigo llorar, te despierta algo adentro. Algo, que con tal de verlo feliz de nuevo, sos capáz de traerle lo que sea. Si fuera necesario, la Luna.
Sos capáz de ir a matar a la persona que le hizo daño. Sos capáz de un montón de cosas. Y ahí es donde entra el problema de la adolescencia.