Porque te conocí desde que eras una criatura. Y por más que tu carácter no haya sido de los mejores en los últimos años; llegar, tocar timbre y no escuchar tus ladridos, se va a sentir raro. Porque puntualmente a las seis de la tarde, mi abuelo subía a darte de comer; y eso, desgraciadamente, no lo va a hacer más. Porque religiosamente te sacaba a pasear todos los días, y ahora eso se terminó. Y no me voy a olvidar las veces que los acompañaba, mientras Marcos hacía de mi psicólogo.
Y tu mirada la última vez que te vi, ya en el piso, intentando inútilmente levantarte, no voy a olvidarla jamás. Y es feo, porque voy a estar con ese miedo todo el tiempo. El miedo de saber que todo tiene un final.
Siempre te voy a recordar, Remo. Como ese lindo Ovejero, con su cola como plumero, grande y bruto.
Ésto es terrible, aunque no parezca.
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